Laicos contra católicos

Eu non son relixioso e polo tanto estou á marxe da Iglesia católica en casamento, bautizos, enterros e todos os requirementos que implican ós que pertenecen ó colectivo.
Sin embargo respeto a institución e a todos os que participan nela, sobre todo a aqueles que se moven nos colectivos de integración social: Caritas...
Parece de sentido común que si aprecias e respetas ós teus familiares e amigos, tes que respetar tamén, aunque non as compartas, as súas crencias relixiosas.
Hai un grupo moi numeroso de personas que participan nos ritos católicos e logo cando sae o catolicismo nunha conversa poñen a parir a un colectivo do que forman parte voluntariamente. Últimamente prodúcenme alerxia.
¿Sabían vostedes que o máximo responsable deste ambiente guerracivilista (antifranquismo+anticatolicismo), Don José Luis Rodriguez Zapatero, xa era diputado socialista cando casou en 1990 nunha ermita de Ávila e logo tivo ás súas fillas matriculadas nun colexio privado, relixioso, de León no que fixeron a Primeira Comunión?

Pero falemos de xente seria e da conveniencia de que teñamos unha idea clara das cousas para evitar a manipulación. Fagamos os cálculos cos datos collidos dun periódico serio do ámbito socialista (Público é un panfleto para adolescentes):
Dinos El País que a Iglesia xa paga o IVA e que o Estado non aporta ningúan diñeiro directamente, senón que son os cidadáns os que marcando unha cruz na declaración do IRPF subvencionan á institución.
Na Renta 2008, máis de sete millóns de declarantes (o 34,31% deles) decidiron libremente dar un 0,7% dos seus impostos para a Iglesia.
Pouco se pode decir cando é unha decisión libre.
Con un pouco de matemáticas sabemos que houbo 20.971.104 declaracións no 2008, como o censo era de 46.157.822 personas, deducimos grosso modo que temos 2,20 personas por declaración.
Logo teremos un número mínimo de católicos de 7.195.155 x 2,20 = 15.836.749.
Digo mínimo científicamente porque a porcentaxe de católicos é maior entre os que non teñen a obriga de presentar declaración do IRPF.
Logo podemos redondear decindo que de 46 millóns de españoles que había no ano 2008, un mínimo de 16 millóns (o 35%) son católicos comprometidos coa súa comunidade relixiosa.
É conveniente telo en conta á hora de entender a relevancia social que ten a aterrizaxe do Papa en Barajas, e o que calquera non-católico serio debe sopesar.
Falo de xente seria.
E con xente seria e respetuosa pódese analizar e discutir case todo: cos cantamañanas que andan asustando adolescentes estes días en Madrid é mellor non ter trato.

Non son máis que activistas do guerracivilismo nun momento no que estamos ó borde do abismo. Noutro momento a miña visión sería distinta: neste opino que os non-católicos serios deberiamos correlos a estacazos.


Fernando Lázaro

TESTIGO DIRECTO


Cuando tengo que ocuparme de informar sobre manifestaciones acudo con mucha antelación para empaparme del ambiente. El miércoles no fue una excepción. Cogí el Metro. Y vi un Metro tomado por jóvenes, muy jóvenes. Y vi un ambiente festivo, desde Cibeles hasta Sol. Madrid era peregrino y multicolor. Pasé por el kilómetro 0 y vi una plaza repleta de peregrinos-turistas. Y me acerqué hasta Tirso de Molina, lugar de donde arrancaba la manifestación laica, anti Papa y, por lo que se vio, anti peregrinos.

Inicialmente el despliegue policial era discreto, quizá demasiado. Apenas una veintena de agentes de las Unidades de Intervención Policial acompañaba a la cabecera de la manifestación. Y, como era de esperar, el punto caliente fue Sol, con la llegada de los manifestantes al cruce con la calle Carretas. La Policía había abierto un pasillo de anchura suficiente para que la manifestación atravesara la zona. Fue allí donde los más radicales de la manifestación y los peregrinos cruzaron gritos: «Pederastas», «nazis» e «hijos de puta» era contestado por los pocos jóvenes que había en la zona con gritos a favor del Papa. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

La Policía puso un leve cordón de separación en esa esquina, pero poco más. Y los manifestantes iban ganando metros. Su intención era clara. Los más radicales querían tomar la plaza. «Esta es nuestra plaza» y gritos de «fuera, fuera; menos rezar y más follar». El tono fue adquiriendo un aire amenazador tremendo. Las caras de los radicales estaban completamente desencajadas, fuera de sí. Había a quien la vena del cuello ya no se le podía agrandar más. Llevo más de 20 años haciendo información sobre seguridad y terrorismo, pero hacía muchos años que no veía tanta inyección de sangre en ojos de manifestantes. No eran todos, ni mucho menos, pero algunos daban miedo. Muchos estaban fuera de sí. «Os vamos a quemar como en el 36», gritaban a los jóvenes de la JMJ. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

En el esquinazo de la polémica no habría más de un centenar de peregrinos. No era para nada una contramanifestación. No ocupaban la zona por la que tenía que atravesar la marcha laica. Esos peregrinos eran extranjeros. Allí había italianos, belgas, australianos, franceses, italianos, egipcios… Y algún español, sobre todo voluntarios. La media de edad, menos de 18 años. Que nadie me lo cuenta, que estaba allí y lo vi en primera persona.

El Ministerio del Interior ya estaba avisado de que era una zona de riesgo, que no era recomendable autorizar esa marcha y menos por ese recorrido. Los informes apuntaban a que podía haber una importante infiltración de radicales en la manifestación de laicos.

Porque, eso sí, el grupo de radicales, violentos, que se comportaron como energúmenos, no superaría el millar en una marcha que congregó a varios miles de asistentes. La visceralidad de los ataques de esos radicales fue intensa. Poco a poco fueron tomando la Puerta del Sol. Bordearon el cordón policial por derecha y por izquierda. La siguiente maniobra, ante la inicial pasividad de los agentes, fue rodear a los pequeños grupos de peregrinos y, mediante empujones, gritos, insultos y patadas, sacarlos de la plaza. También tuve que sufrir esos empujones y patadas. Peregrinos, periodistas… qué más les daba, la plaza tenía que ser suya. Sobrábamos los demás. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

Primero actuaron contra un grupo de apenas media docena de australianos. Después les tocó a los franceses. Los italianos no se quedaron al margen. A los egipcios también les tocó.

Algunos peregrinos, veteranos, hacían frente a los insultos de los autodefinidos como indignados, que buscaban el cuerpo a cuerpo. Y así, al grito de «ésta es nuestra plaza», los radicales que participaron en la manifestación ocuparon de nuevo la Puerta del Sol. Durante estas maniobras de desalojo de peregrinos la pasividad policial fue total. No pude evitarlo. Ya al cuarto incidente de acoso, hostigamiento y empujones contra peregrinos me acerqué a los policías, que permanecían en los alrededores del edificio de la Comunidad de Madrid, para advertir de que la situación estaba tomando un sesgo extremadamente peligroso. Silencio. Que nadie me lo cuenta, que yo estaba allí.

Una vez expulsados de la plaza, los radicales dirigieron sus esfuerzos a controlar el Metro. Por allí salían decenas de jóvenes peregrinos que se dirigían a cenar. No menos de 500 personas se concentraron en la puerta del suburbano. Allí se montó la mundial. Este grupo, de nuevo incontrolado, comenzó a arremeter contra todos los peregrinos. Insultos, coacciones (ya sabéis, eso de gritarte a la cara a menos de 15 centímetros), escupitajos… La escena era dantesca. Auténticos cafres lanzando gritos y amenazas a los jóvenes (por cierto, la mayoría mujeres) que salían del Metro.

Vi mucho pánico en los ojos de los peregrinos y vi a muchas, digo bien, a muchas que al ver el espectáculo rompieron a llorar de puro miedo. Aún tardó la Policía en llegar a la zona. Abrió un pasillo para que los peregrinos salieran de Sol. Los radicales eran los dueños del kilómetro 0. Se envalentonaron más y arremetieron contra la Policía. Y un radical con numerosos antecedentes dio el pistoletazo de salida a los incidentes.

Una botella contra los agentes y la Policía cargó. Antes, las mochilas naranjas, los crucifijos y hasta los alzacuellos eran una «provocación» para esos radicales. «Es que nos están provocando», «es que están rezando», se justificaba uno de los empujadores profesionales. Y se me ocurrió preguntar por qué les provocaban. «Porque están aquí, porque existen, porque les vamos a prender fuego otra vez, como en el 36». Madrid era hasta ahora una ciudad donde cabían todos los pensamientos. En Sol, eso se acabó.

Se corrésemos a estes energúmenos a estacazos, poderiamos sentarnos despois a conversar para plantarnos as preguntas fundamentales:
- ¿É normal que o Presidente dun estado soberano como é o Vaticano organice unha manifestación, por suposto que pacífica e respetuosa, de centos de miles de personas no centro da capital doutro país soberano aconfesional, e durante catro días?
- ¿Debería ser noutro lugar ou, de ser no centro de Madrid, durante menos tempo?
- Si á convocatoria de 100 asociacións acuden 5.000 personas de toda España (50 personas/asociación), según El País, parece evidente que os veciños non-católicos de Madrid están de acordo coa xuntanza da JMJ.
- Si en agosto Madrid queda medio valeiro, ¿non será que os madrileños teñen claro que lles van entrar nos negocios uns millóns de euros cos que non contaban?
Pero claro, se eso sucedese este país xa non sería este país.
O energúmeno que lle berra a rapaza non lle parece mal que fai un mes, no Día del orgullo gay, se puxese Chueca a 90 decibelios durante un día. Pero está indignado porque os que representan a 16 millóns de españoles fagan o mesmo sin tanto ruido.

¿Que pasou?
Que o Goberno permitiu unha manifestación de anticatólicos o mesmo día en que chegaba a Madrid o xefe dos católicos, aceptando ademáis que os recorridos coincidisen.
Recordan o que escribía da estratexia guerracivilista da que falabamos.
¿Permitiría este Goberno unha manifestación por Chueca, o Día del orgullo gay, na que uns energúmenos berrasen ¡Bolleras y maricones a los leones!?
¿Non estariamos todos de acordo que sería unha falta de respeto inadmisible ós que ven o sexo entre adultos doutra maneira?¿Axudariamos a correlos a estacazos?
Daquela, ¿como quedamos calados cando uns mequetrefes asustan a menores de edade berrándolles que "Os quemaremos como en el 36"?
Teriamos que falar outra vez de demócratas e rebaños, e o tema xa está moi manido.